Declaración de PRISMA/La Pulpería frente a las elecciones del 23 de octubre
El contexto en que se realizarán las elecciones del 23 de octubre vuelve a plantear el debate en torno a los desafíos que tenemos desde la izquierda y las tareas a asumir.
I
A pocos días de cumplirse un año del asesinato de Mariano Ferreyra, la detención del “Pollo” Sobrero marcó un nuevo capítulo en la política de ataque a la lucha social y demonización de la izquierda encarada por el gobierno. La persecución a los delegados del Sarmiento es parte de una misma campaña dirigida contra el conjunto de los sectores combativos y orientada a deslegitimar su lucha. Campaña que busca estigmatizar a estos sectores, presentando protestas legítimas como conspiraciones desestabilizadoras, ninguneando y ridiculizando los reclamos. El kirchnerismo pretende que no hay ya lugar para la lucha social: el reclamo permitido es el ya canalizado institucionalmente, en tanto las mejoras posibles son aquellas que el estado dice que son posibles. La criminalización de la protesta y la represión es la respuesta recurrente de un “gobierno que no reprime” pero que suma en su haber miles de procesados por luchar y un tendal de una decena de muertos tan sólo en el último año.
Por su parte la actual recomposición encabezada por el kirchnerismo aparece como un proceso en el que empalman una renovada fe en la democracia formal y la restauración del aparato del PJ. Tal recomposición es la forma en que se legitima y se reproduce un presente de desigualdad. Sembrando impunidad sobre las consecuencias de un “modelo” que asegura ganancias extraordinarias para la burguesía mientras se consolidan la pobreza, la precarización laboral, la emergencia habitacional, el deterioro de la salud y de la educación públicas. Y tal recomposición consiste precisamente en que todo esto pueda pasar por “progresismo”. Del mismo modo, hoy se reciclan como “progresistas” algunos de los sectores más rancios del aparato del PJ, en tanto gobernadores, intendentes, punteros y burocracia sindical son integrados como partes constitutivas del kichnerismo que al lado de Cristina ubica a Insfran, Gioga, Menem y Othacehé, a Moyano, Zanola y Pedraza, etc.
Más allá del consenso alcanzado entre la población, el alineamiento de la clase dominante con el partido de gobierno reafirma al kirchnerismo como único proyecto de la burguesía. Incluso la “oposición” terminó por asumirlo. Ya había abonado al exitismo oficial difundiendo la idea de una elección plebiscitaria del kirchnerismo, reconociendo no poder hacerle frente y bajando así algunas de las candidaturas antes de arrancar (Macri, Solanas). Hoy sigue haciendo su aporte, con un extendido discurso que elogia “los aciertos” del “modelo” (FAP, peronismo federal) o reivindica como también propias las medidas del gobierno (CC, spot “no somos simplemente la oposición, somos parte del debate”). Esta “oposición” desdibujada va dejando cada vez más claro que al proyecto oficial no se contrapone ningún proyecto alternativo de la burguesía, clarificando cuáles son las verdaderas alternativas en el espectro político.
II
Este contexto particular en que la “normalidad” de la dominación burguesa alcanza su más alto grado de legitimidad es el que plantea responsabilidades especiales para todas y cada una de las fuerzas de izquierda. El escenario de recomposición y campaña macartista organizada desde el estado refuerza más que nunca la necesidad de reivindicar y defender el lugar de la izquierda, y de demostrar en la práctica que su vitalidad está plasmada en luchas a lo largo y ancho del país. Se trata de tareas que por supuesto van más allá de la coyuntura electoral, pero que también exigen en ésta asumir con responsabilidad las discusiones del momento. Lo que implican las elecciones (no sólo su resultado, sino sus debates, su lógica, sus escrúpulos y sus miedos) es algo que hay que entender no según afecte a la propia organización, sino por lo que afecta a toda la izquierda. En esta línea es que venimos sosteniendo nuestro apoyo al FIT, en tanto y en cuanto polo de referencia clasista, como modo de intervención táctico en estas elecciones.
En el balance de su corta existencia el FIT viene mostrándose como algo más que la simple suma de sus partes, constituyéndose en un polo de referencia para diversas expresiones de izquierda. Ha servido para potenciar los debates y reivindicaciones de una cantidad de experiencias que no pudieron ser invisibilizadas. Así como para comenzar a desarmar la escenificación propuesta por el gobierno de que no existe nada a la izquierda del kirchnerismo. Y esto es algo que importa más allá de los resultados electorales porque es parte de las tareas que es necesario asumir con más fuerza.
Todo esto plantea responsabilidades para aquellos que tienen un lugar más visible, pero también para todas las fuerzas de izquierda en general. Para avanzar en una perspectiva de largo plazo se impone la necesidad de asumir los debates que van más allá de la lucha electoral. Desarrollar una perspectiva unitaria, que convierta el actual polo de referencia en un verdadero polo de unidad en la práctica, continúa siendo el desafío. Así como construir prácticas superadoras de la autorreferencialidad y mezquindad. Y no nos referimos aquí sólo a las fuerzas que integran el FIT, ya que se trata de debates y limitaciones que atraviesan a toda la izquierda.
En este sentido resulta peligrosa cierta publicidad oportunista que construye la idea de izquierdas diferentes y excluyentes. Para afianzar la propia identidad se denosta a una izquierda “tradicional”, “gorila”, contraponiéndole una “nueva” izquierda (inmaculada) incapaz de poner en la balanza también sus propias prácticas, ajena y exenta de los desafíos, limitaciones y ataques que nos afectan a todos. Flaco favor realizan a la izquierda estas organizaciones que terminan por colaborar así con la campaña macartista del estado. La izquierda que hay que construir es nueva, pero no se encuentra fuera de tradiciones de lucha y experiencias de organización que es necesario poner a dialogar con vistas a construir una perspectiva común.
III
Existen distintas formas de evadir debates y responsabilidades. En el contexto actual, el llamado a un nuevo voto blanco/nulo o a un voto abstracto a la izquierda (poniendo en igualdad de condiciones a todas las fuerzas) es una forma de evadir esos debates, es entender el proceso electoral de modo ahistórico; haciendo de estas elecciones una elección más, sin ponderar la situación histórica concreta.
Algunas organizaciones han equiparado todas las opciones electorales, llevando a depositar esperanzas en opciones como Proyecto Sur (adjudicándole “lo más valioso de la militancia política y social de la Argentina”, COMPA) o terminando directamente llamando a votar a candidatos del PJ (elecciones de Buenos Aires, Juventud Rebelde). Más allá de la mayor o menor ambigüedad en las declaraciones su política ha sido en todo momento de adaptación al kirchnerismo.
Asumimos la tarea de reivindicar y defender la identidad de izquierda, conscientes de las limitaciones y desafíos que tenemos. Sabiendo que ese armado electoral no va más allá. Que no puede sustituir la construcción de una nueva cultura de izquierda ni reemplazar la necesidad de llevar adelante una batalla que se disputa cotidianamente y en todos los ámbitos contra un sentido común que consolida la reproducción de la explotación y la desigualdad. Pero sabiendo también que esta experiencia puede servir para comenzar el debate, para realizar los balances que nos debemos, para repensar la izquierda en vistas a crear herramientas más efectivas. Y que el desafío que en definitiva se nos impone es de el de construir una perspectiva estratégica común en la lucha por el socialismo.
PRISMA / La Pulpería
19/10/2011
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